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El Caldero de la Bruja

MI PELEA CON HACIENDA (II)

Aquí sigo, todavía mosqueada por mis problemas con Hacienda. Cabezota que es una, sigo empeñada en hacer la declaración para devoluciones rápidas.
Ayer, jueves, conseguí hablar con alguien, una persona de verdad, que me explicó cómo conseguir el formulario 104, el de la devolución rápida. Así que por la tarde me metí en internet y lo encontré. O algo parecido porque por más que mi ordenador se empeñara en mostrar el mensaje de “listo” en la pantalla no se veía nada. Así que seguí buscando e indagando hasta que descubrí que necesitaba el programa Acrobat. Tras la hora y pico que tardó el ordenador en bajarse el programita de marras (cosas de la tarifa plana y las nuevas tecnologías que llegan a “toda España”), al final conseguí ver e imprimir el dichoso formulario.
La verdad es que así por encima no parece nada peligroso, vamos, las preguntas son facilitas: el nombre, la dirección, algún dato sobre economía increíblemente fácil, la famosa crucecita para la Iglesia (que no pienso rellenar) y poco más.
Sin embargo, hay un espacio en el que hay que poner las etiquetas que Hacienda envía a los contribuyentes al inicio de la campaña y claro, yo ésas no las tengo. Así que está mañana he llamado al número en el que supuestamente se pueden pedir y resulta que a mí no me las pueden mandar porque no figuro en sus datos. Sí, ya sé que es genial no figurar en los datos de Hacienda, pero yo me siento discriminada. A ver, ¿no resulta que Hacienda somos todos? entonces, ¿por qué yo no estoy? Toda la vida creyendo que la agencia tributaria era el ente conocido más poderoso, la que lo sabía todo de todos y resulta que yo no figuro en sus datos.
De todas formas, lo que realmente me fastidia es tener que ir a Segovia sólo para conseguir unas etiquetas, ahora que estos trámites se pueden hacer por internet y por correo, casi sin moverse de casa, a mí me toca desplazarme 60 kilómetros. Claro, que si no fuera porque el próximo lunes tengo que ir a Segovia, creo que renunciaba a la indescriptible experiencia de presentar la declaración por primera vez. Aunque, en el fondo lo reconozco, me hace ilusión realizar trámites de este tipo. Es como ser más adulta, más independiente. Y hacerlo en un país en el que irse de casa es casi imposible porque los sueldos (para los que tengan la suerte de cobrarlos) son bajísimos, pues hace casi más ilusión. Además, ¡qué porras! No está la cosa como para regalar el dinero y si yo tengo derecho a que me lo devuelvan, pues ese dinerito más que tengo para ahorrar y comprarme un sitio debajo de un puente de aquí a unos veinte años.

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